Bien,
"Mascarada" tenía la intención de ser simplemente un relato corto… sin más… pero
después de escribirlo, o más bien a medida que lo escribía, las ideas para
continuarlos comenzaron a surgir en mi cabeza. Así que digamos que esto es un
prólogo de una laaaaarga y compleja historia ^^U Aun no tengo escrito nada más,
tan solo apuntes de las ideas de trama y posibles desenlaces… como veréis la
cosa se puede complicar bastante y puede llegar a salir algo bueno si está bien
montado XD Por eso me lo estoy pensando muy mucho a la hora de ponerme a
seguirla ^^U
Es
posible que al escribir más de esta historia retoque algún pequeño detalle del
prólogo, pero por el momento así se queda… no hay más pero podéis preguntarme
si queréis XD
Espero
que os guste! ^^
Y no os olvideis de comentar, plis!!! ^^
Yo
era una chica normal, no me metía con nadie, no tenía problemas con la gente,
tampoco era muy popular, no estudiaba demasiado ni salía demasiado… tenía una
vida muy tranquila, tal vez demasiado. Puede que esa fuese la razón por la que
acepté ir a esa fiesta. Desconozco el motivo por el que me invitaron, quizás
esperaban el momento oportuno para burlarse de mí, quizás solo querían ser
amables conmigo, fuese cual fuese el motivo ahora me encontraba en medio de una
fiesta de máscaras llena de gente desconocida y corriendo desesperada por
salvar mi vida.
La
noche había empezado bien, mis amigos habían venido a buscarme, todos ataviados
con trajes de época y elaboradas mascaras que les cubrían la cara. No tardamos
demasiado en llegar a la fiesta, la entrada de la mansión era preciosa y los
jardines eran los más hermosos que había visto jamás. Pronto nos vimos
envueltos en el ambiente de la mascarada. La gente charlaba, reía y bebía a
nuestro alrededor pero yo me sentía sola, mis amigos estaban muy animados pero
ninguno parecía acordarse de mi existencia. Cansada de esperar, y algo agobiada
ya, decidí salir a que me diera el aire. La gran balconada a la que daba el
salón estaba casi vacía, hacía una noche clara y la luna llena resplandecía en
lo alto, su reflejo danzaba en la larga piscina del jardín mientras las fuentes
de sus extremos llenaban el ambiente de humedad, sonido y color gracias a las
luces de fiesta que había a su alrededor. Comenzaba a sentir el frescor de la
noche y ya estaba a punto de volver adentro cuando apareció él.
Una
tersa voz me sorprendió a la espalda.
-¿No hace algo de frío para estar aquí fuera sola?
Al
girarme contemplé a su dueño, un chico algo más alto que yo, con el cabello
rubio ceniza revuelto por el viento y unos profundos ojos grises mirándome a
través de su máscara.
-Hace una noche preciosa ¿no es así?- Me sonrió y se quitó
la máscara.
Observaba
la luna apoyado en la barandilla del balcón con aire nostálgico, como si
aquella fuese la última vez que fuera a verla. Tenía el porte de un príncipe, o
al menos eso me pareció a mí y la verdad no iba del todo desencaminada.
Comenzamos a hablar, al principio de temas sin sentido y aleatorios pero que
poco a poco se tornaron más íntimos y así nos fuimos conociendo.
Regresamos
a la fiesta y pasamos buena parte de la noche bailando. Cansados del baile nos acercamos
a una de las mesas con refrescos y nos disponíamos a sentarnos en un rincón
cuando un hombre mayor, totalmente de negro y con aspecto de ser el mayordomo
de la casa se nos acercó y le susurró algo a mi acompañante. Este asintió y el
hombre esperó retirado a que diese por concluida la noche. Noté que parecía
nervioso y angustiado, quise preguntarle si le ocurría algo malo pero no me
atreví, ojalá lo hubiese hecho…
Se
despidió de mi tan galán y encantador que me hizo creer que todo había sido un
sueño, un maravilloso sueño. Me quedé junto a la mesa observando marchar a mi
príncipe, no me apetecía regresar al mundo real pero sabía que debería hacerlo
tarde o temprano así que eché una última ojeada a la puerta por la que se había
marchado con la intención de despedirme en silencio y salir de la fiesta pero
lo que vi hizo que tomase una decisión de la que me arrepentiría muy pronto.
Dos
hombres, ataviados con oscuros ropajes y totalmente cubiertos, entraron por la
misma puerta portando un gran bulto entre ambos. No sabía exactamente por qué
hice lo que hice pero la situación me dio mala espina y los seguí. Me adentré
por los pasillos, había tardado un poco en alcanzar la puerta y los había
perdido de vista, ya había perdido la esperanza de encontrarlos cuando crucé
delante de una puerta entreabierta y no pude evitar fijarme en su interior.
No
creía lo que veían mis ojos. Con cuidado me acerqué al umbral de la puerta y lo
que vi me dejó la sangre helada. Allí mismo, tumbado en una elegante cama yacía
blanco como la cera el chico con el que había pasado la velada y que pocos
minutos antes se había despedido de mí. Uno de los hombres de negro sujetaba un
cuchillo ensangrentado y la ropa del rubio muchacho estaba teñida de rojo. Debí
de mover la puerta por la sorpresa de la escena, porque el crujido de la misma
al abrirse llamó la atención de los ocupantes de la habitación. Me entró el
pánico, todas las miradas estaban puestas en mí y… salí huyendo.
Corrí
de vuelta por los pasillos en busca de la sala de baile, debía salir de allí.
Aquel hombre del cuchillo me perseguía y sabía que no podría sacarle ventaja
durante mucho tiempo. ¡La fiesta! Con toda la gente que había podría perderme
perfectamente entre la multitud y si llegaba a encontrarme no se atrevería a
hacerme daño con tantos testigos, sería un suicidio. La falda me pesaba y me
entorpecía la carrera, el pánico me aceleraba el corazón y me costaba respirar
pero aun así logré alcanzar el salón principal. Abrí las puertas y me entregué
a la multitud.
A
cada paso que daba chocaba con alguien mientras me abría paso a empujones presa
del pánico. A la gente no parecía importunarle demasiado ya que seguían con sus
bailes y cotilleos sin tan siquiera dignarse a mirarme. Corría sin fijarme
realmente en nada, los vestidos y las máscaras pasaban a mí alrededor sin
ningún sentido y las luces se volvían fugaces hilos brillantes a mis ojos. Me
giraba a cada segundo a ver si me seguían hasta que llegó un momento en que no
vi a nadie tras de mí. El corazón y la respiración seguían a mil por hora, el
mundo se ralentizó mientras giraba en rededor como un animalillo asustado que
está siendo cazado. Y de golpe… todo se paró.
Una
enguantada mano me tapó la boca para evitar mis chillidos mientras otra tiraba
de mí por la cintura hasta llevarme pataleando a un rincón apartado. Recuerdo
el terrible instante en que pensé que todo había llegado a su fin, aquel hombre
me mataría allí mismo, en un rincón de aquella fiesta delante de toda esa gente
y sin que nadie se diese cuenta hasta que ya fuese tarde. En aquel instante me
vino a la cabeza aquel chico de ojos grises, esos profundos ojos grises que me
habían embaucado al inicio de la noche y sin darme cuenta los busqué tras la
máscara de aquel extraño sabiendo que era una absoluta tontería… pero los
encontré, allí estaban, escondidos detrás de los huecos que dejaba la máscara
negra, esos mismos ojos.
Mi
atacante se bajó la capucha, el mismo cabello rubio ceniza, y se quitó el
antifaz. No salía de mi asombro, era él. Pero yo le había visto tendido en la
cama, como podía ser…
-Sshh… tranquila, soy yo… soy yo. ¿Ves? Estoy bien.
Me
llevó la mano a su pecho y noté el latido de su corazón. Miraba con disimulo a
la fiesta como si quisiera que nadie reparase en él.
-Pero... pero estabas muerto. Yo te vi en aquella cama… tan
pálido… -Me lleve una mano a la boca mientras se me escapaba una solitaria
lágrima.
-Lo sé, lo sé… no te lo puedo explicar ahora pero corro un
gran peligro. El de la cama era mi gemelo, fue asesinado por mi primo creyendo
que era yo… -Volvió a mirar a la sala, debió ver a alguien que debía estar
buscándole pues se escondió de su vista pegándose aun más a mí.
Ahora
lo tenía completamente pegado, su cuerpo comprimía el mío contra la pared y su
cabello me hacía cosquillas en la cara, pero no importaba. Se aclaró la
garganta.
-Tengo que huir de aquí. Sé que es repentino pero… ¿te
gustaría venir conmigo? -Sonaba como si de verdad lo deseara sinceramente.
Era un
disparate, me pedía que me fuera con él cuando tenía que huir de... ¿la muerte?
Sí, era una total, completa y soberana estupidez, sería arriesgado, peligroso,
incauto, insensato e imprudente, una locura con mayúsculas y… no pude decir que
no.
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